La semana pasada me llegó por correo electrónico la siguiente reflexión:
Una enfermera recibió en la clínica a un hombre de cierta edad que necesitaba que le curasen una herida en la mano.
Tenía bastante prisa, y mientras le curaba, la enfermera le preguntó qué era aquello tan urgente que tenía que hacer.
El hombre le contó que su mujer vivía desde hacía ya algún tiempo en una residencia de ancianos ya que tenía un Alzehimer muy fuerte, y él iba todas las mañanas a desayunar con ella.
Mientras le terminaba de vendar la herida, la enfermera preguntó:
¿Su esposa se alarmaría mucho si usted llega tarde esta mañana?
-No-, respondió el hombre, mi mujer no sabe quién soy, hace cinco años que ya no me reconoce.
La enfermera, algo extrañada, le dijo:
Entonces, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?.
El hombre sonrió y le dijo:
Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella.
Después, la historia terminaba con esta hermosa reflexión:
“El verdadero amor no se reduce a lo físico o a lo romántico; el verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya nunca podrá ser“.
1 CORINTIOS 13: 4-7
El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no es presumido ni orgulloso;
no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal;
el amor no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.
Le dejo mis redes sociales, Dios los bendiga.
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